
Era un martes cualquiera, y llovía.
Y llovía y llovía.
Y yo estaba a tu lado,
o más bien, dentro de tu cálido abrazo.
No podía pedir más,
no podía haber un momento tan perfecto.
Y los besos no cesaban,
y las caricias abundaban.
Y cada segundo que pasaba
te amaba un poco más, un poquito más.
Y las palabras sobraban,
no alcanzaban a describir lo bello que era todo,
pero fluían y terminaban de armonizar lo que pasó.
Todo eso tan sólo en un martes de lluvia,
¿qué seguirá después? buena pregunta...
Lo averiguaré el día de mañana, y el que sigue y el que sigue.
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